Un hombre piadoso estaba viajando por un camino cuando cayó el crepúsculo. Entones paró en el borde del camino para rezar. Mientras estaba en la mitad de Shemoné Esré, un oficial se acercó y le preguntó qué estaba haciendo. El oficial parecía muy importante, pero el Judío no respondió, y simplemente continuó rezando.
Después de terminar, el oficial le gritó airadamente: “¡Tú, necio! ¿Por qué no me respondiste en el acto? ¡Yo te podía haber matado por tu insolencia!”.
El judío respondió: “Permítame que le explique mi conducta. Si usted estuviera parado delante de un Rey, ¿Interrumpiría su conversación para saludar a un amigo?”.
“Por supuesto que no”, dijo el oficial.
“Entonces ciertamente usted puede entender lo que yo hice. Si usted tuviera miedo de interrumpir su conversación con un Rey meramente mortal, cuánto más temor tendría yo de interrumpir mis plegarias al eterno Rey de los Reyes.
Cuando yo hablo con D’s, le dedico toda mi concentración. Entonces, ¿Cómo podía yo interrumpir mis plegarias para responderle a usted?” (Berajot 32)
(El hombre sabía que no sería dañado si no respondía. Pero, sin embargo, si existe una cuestión de vida o muerte, una persona debe interrumpir sus plegarias y responder).
“Una persona que reza debe imaginarse a sí misma como si D’s estuviera delante de ella como dice: “Siempre pongo a D’s delante mio”. (Sanedrín 22)
Fuente: Cuentos y relatos jasidicos. Editorial Bnei Sholem