¿Cambiarías tu horno por Torá?

El Ridba''z, Rabi Yaakov David Vilovski, Z''L era un rabino famoso en la ciudad de Slukzk. Escribió una explicación del Talmud Yerushalmi. En la vejez hizo aliá y se instaló en la antigua ciudad deTzfat. Un día en el aniversario de la muerte de su padre (yortzait) fue al Bet Hakneset para rezar Minjá como Jazan y así elevar el alma de su padre. En las calles cayó una fuerte nevada y era muy difícil caminar, de todos modos con gran sacrificio llegó. Los que decian tefilá no llegaron debido al mal tiempo y no tenía minián (10 personas) para decir el Kadish, tenía que esperar. Esto lo dejó muy triste y comenzó a llorar. Sus lágrimas llegaron a mojar la mesa y su llanto rompió el silencio. Poco a poco la gente fue llegando y se sorprendieron al ver a su Rabino en ese estado. Un Señor le preguntó a que se debe tanta angustia y después de recibir la respuesta le cuestionó.¿Cómo se puede llorar tanto por una persona que ha muerto a los 80 años hace mas de 50 años. El Ridba''z miró hacia arriba y le contó su historia: Cuando yo era pequeño mi padre me puso un Melamed en particular (profesor) que cobraba 1 dinar por mes. La alegría de mis padres era que yo estudiara Torá, a pesar de ser humilde. Muchas veces se privaban de cosas importantes. Él construía hornos de leña que lo usaban para cocinar y también servían para calentar las casas en invierno. Ese año no se conseguía cal y cemento y por lo tanto no podía pagar la matrícula de mi Melamed. Pasaron tres meses sin poder pagarle y el Melamed envió una nota en la que explicaba que no podía continuar con las clases ya que él tenía una familia grande y no tenía que comer. Para mis padres fue como si su mundo fuese destruido. ¿El niño sin poder estudiar Torá? A la mañana siguiente, mi padre fue al Bet Hakneset y oyó que un hombre rico casaba a su hijo en unos días y no tenía material para construir un horno de leña en la nueva casa y comentó que pagaría seis dinares para cualquier persona que construya uno. Mi querido padre llegó a casa y le preguntó a mi mamá si ella estaba dispuesta a deshacerse de su antiguo horno a cambio de 6 dinares, sirviendo esta cantidad a pagar 3 meses de retraso para el Maestro y 3 meses de adelanto. La esposa noble consintió con alegría, contenta de que su hijo pudiera continuar los estudios sagrados. Mi padre desmontó nuestro horno ladrillo por ladrillo y lo reconstruyó en la casa de la nueva pareja. Esa tarde llegó en casa muy cansado y con dinero en la mano me levantó y bailó cantando: Tov li Torat poija mealfei zahav vajesef (es mejor la Torá de Hashem que todo el oro y plata en el mundo). Ese año pasamos uno de los inviernos más fríos y congelados. No había comida caliente ni siquiera un té. Y no he oído ninguna queja. Hoy, cuando tenía que venir a la sinagoga a orar por el alma de mi padre, estaba dudando si salir o no. Ahí me acordé del invierno cruel que pasaron en mi casa para que yo estudie Toráh. Salté y vine a decir Tefilá. ¿Crees que este recuerdo no es razón suficiente para tanto lloriqueo?
Agradecemos a kenes Débora bat Gueula por el maase enviado.

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