Para leer y reflexionar: Nuestra lengua y el paraíso

Una vez, en la festividad de Purim, se emborrachó uno de los alumnos de la Yeshivá de Radin. Mientras estaba borracho, entró al cuarto donde se hallaba el “Jefetz Jaim” y le pidió que le prometiera que iba a estar con él en el Paraíso. El “Jefetz Jaim” le dijo: “¿Cómo te puedo prometer algo así, si ni siquiera yo estoy seguro de que tendré un lugar allí?
El joven no estaba dispuesto a aceptar aquella respuesta, y continuó exigiéndole que tomase sobre sí dicha promesa.
Pasaron las horas, el joven seguía con su pedido y el Jefetz Jaim con su respuesta
Debía comenzar el banquete de Purim, y el alumno no declinaba con su demanda.
Las personas le pideron al “Jefetz Jaim” que tome sobre si el compromiso, pues sino no iban a poder comenzar con el banquete.
Finalmente, el “Jefetz Jaim” se dirigió al joven así: “Mira, si voy a tener un lugar en el Paraíso o no, eso yo realmente no lo se; pero sí existe una cosa por la cual yo pienso que quizás merezca recibir un lugar en el Paraíso, y es que desde que tengo uso de razón, jamás he hablado “lashón hará” (maledicencia) sobre ninguna persona, ni tampoco lo he escuchado.
Si me prometes que de ahora en más no vas a hablar ni escuchar “lashón hará” sobre nadie, entonces te podré prometer que estarás junto a mi en el lugar que yo tenga en el Paraíso …
Fuente: Mashua-Cuentos inspiradores.



 

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