En el tratado talmúdico "Sukah", dice: "En cada generación existen treinta y seis personas piadosas, y por sus méritos sigue existiendo el mundo, ellos son los Lamed vav Tzadikim ó Escondidos.
Uno de esos Selectos era Rabí Leib ben Sara. Era una persona maravillosa que caminaba por ciudades, aldeas, bosques y campos. Muchas veces juntaba limosna para cubrir las necesidades de los Lamed vav tzadikim. La gente estaba convencida de que él conoció su lugar de residencia, sus nombres, estaba en contacto con ellos y les proveía sus necesidades.
Una vez, necesitó Leib ben Sara trescientos ducados para rescatar a unos prisioneros. Se acercó a un judío rico y le dijo: "Préstame esta suma y yo te la devolveré en un año". Este hombre rico tenía muy buen corazón y le desembolsó esta suma en sus manos. Leib ben Sara sacó un pequeño papelito y escribió las siguientes palabras. "Yo, Leib ben Sara, recibí la suma de trescientos ducados. ¡Que D"s te los devuelva!"
Apenas firmó el papelito, se fue y nadie volvió a verlo nunca más.
De repente, el hombre rico se arrepintió de lo que había hecho. Al fin y al cabo, había prestado una suma bastante grande a un hombre que no conocía.
Una vez, cuando revolvió el salero, cayó el papelito sin que él se diera cuenta. En ese momento. D"s mandó una bendición al salero. El hombre usaba el salero durante todo el año y siempre estaba lleno. Un día, mandó a un sirviente para que saque sal, pero el salero estaba vacío. El sirviente fue donde su amo y le comentó. Este fue a ver el salero y encontró, que realmente estaba vacío. Empezó a buscar y encontró en su interior el préstamo, que él había dado hace justo un año a ese hombre tan extraño. Empezó a contar y a contar el dinero y vio, que este recipiente le había devuelto el doble de la suma. Le parecía que verdaderamente pasó un milagro. La consigna es respetar a todo trabajador, pues nunca se puede sabe puede saber si es él uno de los lamed vav tzadikim.
Fuente: Veghazi.Cl
Uno de esos Selectos era Rabí Leib ben Sara. Era una persona maravillosa que caminaba por ciudades, aldeas, bosques y campos. Muchas veces juntaba limosna para cubrir las necesidades de los Lamed vav tzadikim. La gente estaba convencida de que él conoció su lugar de residencia, sus nombres, estaba en contacto con ellos y les proveía sus necesidades.
Una vez, necesitó Leib ben Sara trescientos ducados para rescatar a unos prisioneros. Se acercó a un judío rico y le dijo: "Préstame esta suma y yo te la devolveré en un año". Este hombre rico tenía muy buen corazón y le desembolsó esta suma en sus manos. Leib ben Sara sacó un pequeño papelito y escribió las siguientes palabras. "Yo, Leib ben Sara, recibí la suma de trescientos ducados. ¡Que D"s te los devuelva!"
Apenas firmó el papelito, se fue y nadie volvió a verlo nunca más.
De repente, el hombre rico se arrepintió de lo que había hecho. Al fin y al cabo, había prestado una suma bastante grande a un hombre que no conocía.
Una vez, cuando revolvió el salero, cayó el papelito sin que él se diera cuenta. En ese momento. D"s mandó una bendición al salero. El hombre usaba el salero durante todo el año y siempre estaba lleno. Un día, mandó a un sirviente para que saque sal, pero el salero estaba vacío. El sirviente fue donde su amo y le comentó. Este fue a ver el salero y encontró, que realmente estaba vacío. Empezó a buscar y encontró en su interior el préstamo, que él había dado hace justo un año a ese hombre tan extraño. Empezó a contar y a contar el dinero y vio, que este recipiente le había devuelto el doble de la suma. Le parecía que verdaderamente pasó un milagro. La consigna es respetar a todo trabajador, pues nunca se puede sabe puede saber si es él uno de los lamed vav tzadikim.
Fuente: Veghazi.Cl