Comentarios de la Perashá: TERUMÁ

LA IMPORTANCIA DE MANTENER LA TORÁ

Leemos en nuestra Perashá: En las argollas del Arón (Arca) estarán las varas. No se quitarán de él". (Shemot XXV 15)
En el año 5684 (1924), en la reunión en la que se sentaron las bases del "Congreso de Yeshivot", llevado a cabo en Viena, el Jafetz Jaim, ideólogo de dicho congreso, fue invitado a pronunciar el discurso inaugural. Y éstas fueron sus palabras:
Hshem aseguró que el donante recibirá la misma parte del pago que le está asignado al que estudia, gracias a su donativo. iPero no se puede pretender que dicho donante posea la misma categoría espiritual y moral que el que se dedica a estudiar Torá!.
Todo esto lo entendemos de lo que está escrito sobre el Arón que contenía las Tablas de la Ley. El Arca estaba recubierta de "oro puro", no así las varas, que tenían una cobertura de "oro" simplemente, y no de "oro puro". Es sabido que el Arón representa a los que estudian Torá; y las varas, a sus benefactores. La diferencia de la calidad del oro de una cosa y la otra, nos dice que la Torá no exige tan alto grado de espiritualidad de los donantes como de los estudiantes.
En relación a esto, está escrito en el Pasuk: "En las argollas del Arón quedarán las varas. No serán quitadas de él". Aun cuando el Arón permanecía en el "Kódesh Hakodashim" (El lugar más Sagrado del Bet Hamikdash), las varas debían seguir colocadas.
Esto nos indica que jamás debe el donante dejar de aportar para el mantenimiento del estudio de la Torá. Y por medio de su aportación en este mundo, recibirá en el Mundo Venidero el privilegio de compartir el mismo lugar del Talmíd Jajam que estudió gracias a su auspicio. Como está escrito en el Pasuk: "Alégrate, Zebulún, en tu salida, (mientras) lssajar está en tu casa".
Nuestros Rabinos explicaron: Alégrate con tu salida de este mundo, pues en el Mundo Venidero, lssajar (símbolo del Jajam) estará junto a ti.
También está escrito en el Talmud ( Pesajim 53), que todo aquél que se preocupa por el mantenimiento del estudio de la Torá, gozará del Zejut de sentarse en la "Yeshivá de los Cielos".
De aquí se desprende que en el otro Mundo, el que mantiene la Torá alcanzará también sus conocimientos. Porque si no, ¿cuál es el privilegio de sentarse junto a los estudiosos de la Torá en la Yeshivá Celestial, si aún sigue ignorante? Si así lo fuera, no sería para él una recompensa, sino un castigo... Pues cuando alguien asiste a una plática de Torá donde todos muestran y utilizan sus conocimientos intercambiando ideas y opiniones, y él se queda mudo sin poder participar, no hay sufrimiento mayor que éste, aunque se trate sólo de unos instantes transcurridos.
Esto en este Mundo. Mucho más y más en el Mundo Eterno, sentarse junto a los Talmidé Jajamim sin entender nada, resulta un suplicio inimaginable. Por eso, de seguro que aquellos donantes que llegarán a compartir el lugar de sus beneficiarios, entenderán la Torá en el Olam Habá, exactamente como si la hubieran estudiado.
El nombre del que sostiene la Torá va asociado al que estudia. Como vemos en el Talmud, que siempre que se lo menciona a (un Rab llamado) Shimón, se le agrega: "Ají Azaryá" (hermano de Azaryá) pues este último, con su aporte material, posibilitó que Shimón estudie Torá.

                                          (Del libro "Jafetz Jaim. Su vida y su Obra" pág. 500)

¿CÓMO SE FUNDARON LOS KOLELIM?

Rab Brevda Shelit"a, en la introducción de su libro "Amalá Shel Torá", habla sobre el tema y dice que en generaciones pasadas lo principal en la vida de cada Yehudí era nuestra Torá HaKedoshá. La amaban y respetaban lo más que podían; el sueño de los padres de familia era, el que sus hijos sean grandes Talmidé Jajamim (estudiosos), y para esto estaban dispuestos a dar hasta lo que no tenían. Muchos de ellos apoyaban a sus hijos aún después de casados unos cuantos años, para que éstos pudieran sentarse con tranquilidad sin ninguna preocupación a estudiar con constancia y profundidad nuestra Sagrada Torá. Y así lograron formarse grandes Talmidé Jajamim que alumbraron al Pueblo de Israel. Pero lamentablemente los tiempos cambiaron; las dificultades aumentaron; y los estudiantes y Majaziké HaTorá (Filántropos) disminuyeron notablemente. Ideas erróneas empezaron a correr y el materialismo comenzaba a predominar. Los Jajamim, preocupados por el peligro que con el pasar del tiempo se olvidara la Torá de Israel (Jas Veshalom), decidieron con su gran sabiduría formar lo que hoy son los Kolelim, impidiendo así la destrucción del mundo entero, porque sabemos que sin Torá el mundo no se puede mantener.
Reflexionemos: Si en aquellos tiempos la importancia de los Kolelim era tal, en nuestra generación, donde el atrevimiento y el libertinaje cada vez aumentan, con más razón la existencia de los Kolelím resulta imprescindible. Como dice el "Staipler" ZTz"L en su libro "Bircat Péretz" - Perashá Vayetzé, al hablar sobre las Yeshivot , que en tiempos pasados, cuando la Torá era los cimientos de toda casa judía y todo Am Israel se guiaba por sus Mandamientos, entonces aún un joven que no tenía la posibilidad de estudiar en una Yeshivá y debía salir a buscar su Parnasá (Sustento), de todas formas, con las pocas horas que estudiaba, se mantenía un Yehudí temeroso de Hashem y apegado a la Torá. Pero en nuestros tiempos, con la depravación e impureza que impera en las calles, el joven judío corre el gran riesgo de perder todo su judaísmo al no estar en un ambiente de Torá. Por esto dice el "Staipler" que, aún si le revelasen a un Bajur Yeshivá (Joven estudiante), que no va a tener éxito en sus estudios, igual tendría la obligación de quedarse los días de su juventud dentro de las paredes del Bet Hamídrash. (Salón de Estudios).

                                                                              (HaKéter N° 2)



EL AGUATERO QUE LLEGÓ DE HUNGRÍA

Un nombre muy apropiado.
El respetable Rab Nissan Zuckermandel, desde su niñez alumno del "Jatam Sofer", que tenía mucho tiempo sin haber podido traer descendencia, tuvo el Zejut de engendrar por fin un hijo. Y tan grande fue su alegría, que decidió no trabajar durante un mes, desde su nacimiento hasta el día de su Pidión.
El niño había nacido en el mes de Shebat, en el año de 5583 (1823).
Sólo que, a causa de su debilidad, su Berit Milá no fue realizado a los ocho días, sino que se pospuso hasta el día de Purim; tres semanas después de su nacimiento.
El maestro de Rab Nissan: el Jatam Sofer, fue invitado a ser el Mohel de la criatura. Por otro lado, el Gaón Rabí Daniel Prustanich, Rabino Jefe de Persburgo, fue honrado ser el Sandak. Muchos fueron los niños a los cuales el Jatam Sofer les practicó su Berit Milá, pero ésa era una ocasión muy especial, por la inusual alegría que imperaba.
Cuando hubo terminado el acto de la circuncisión, y el Jatam Sofer, como de costumbre, acercó su dedo mojado en vino a la boca del bebé, pronunció casi para sí las siguientes palabras:
"Nijnás Yáin, Yatzá Sod..." (El conocido refrán: "Cuando entra el vino, sale el secreto".)
Un muy bonito y adecuado nombre le fue puesto al tierno bebé: Baruj Mordejay, lo que sirvió como ideal complemento de ese día pleno de regocijo y felicidad.
Poco a poco fue creciendo Baruj Mordejay, hasta llegar a ser un Bajur Yeshivá (Joven estudiante de Yeshivá). De gran apariencia. Fuerte; esbelto; su figura irradiaba salud. Sumémosle a todo eso que sus maestros coincidían en que era quien más Yirát Shamáim (Sentimiento espiritual) tenía de todos. Responsable; perseverante; aplicado como ninguno. Pero... lamentablemente no encontraba éxito en sus estudios. A pesar de todos sus esfuerzos, no lograba superar el nivel normal entre sus compañeros. En cada examen mostraba sus falencias y siempre resultaba reprobado. Dicha situación despertó en todos los que lo rodeaban un sentimiento general de lástima, compartiendo su dolor. Pues justamente él, el más voluntarioso de la Yeshivá, recibió como castigo natural el no poder captar lo que le enseñaban y no retener lo poco que alcanzó a aprender. Era lo que se conoce como un típico "Am Haáretz" (Ignorante), no obstante las amargas lágrimas que lo han visto derramar en sus Tefilot (Plegarias) a causa de su situación.
¿Qué terrible maldición pudo haber recibido este joven?, se preguntaban sus compañeros y maestros en la Yeshivá. Y el mismo Baruj Mordejay, consciente de lo que le ocurría, no dejaba de exclamar para sí: "¿Acaso yo soy el culpable por no haber obtenido el don de la inteligencia? ¡Baruj SheAsani Kirtzonó! (¡Bendito Hshem, que me hizo según su voluntad!)".

"Am Ha-áretz Jasid" (Ignorante Piadoso)
Los años pasaron sin pausa uno tras otro, sin que se manifieste ningún cambio en el muchacho. Baruj Mordejay llegó a la edad de dieciocho años y ni siquiera había proyectos de que se encuentre con su pareja. En toda la ciudad corría el rumor de que el joven no sólo no tenía aptitudes para el estudio del Talmud, sino que no había libro de texto de Torá, por sencillo que fuese, que pueda penetrar en su mente. Entre los niños de Persburgo era conocido como el "Am Ha-áretz Jasid". Am Ha-áretz, pues no había tema que supiera dominar; y Jasid, porque no existía alguien tan devoto como él. La forma en que hacía Tefilá era un ejemplo para todo el que lo observaba, al asociar siempre su Plegaria con un sentido llanto. Y cuando se lo veía sentado estudiando, su Guemará permanecía abierta para que las palabras allí escritas sean pronunciadas por él, con una concentración pocas veces vista.
El año 5601 (1841), fue el que marcó el acrecentamiento de sus no pocas desventuras. En la fábrica de su padre se desató un gigantesco incendio que acabó con todos los bienes materiales de la familia. Baruj Mordejay, después de esto, quedó como un náufrago en una isla en medio del mar.
¿Qué le queda por hacer a un muchacho como él, en estas circunstancias? Su Rab, el Jatam Sofer ya no estaba en este mundo, ocupando el lugar su hijo: el Gaón "Ketab Sofer", quien tomó a su cargo el asunto. El Rab escuchó el amargo relato de Baruj Mordejay, a quien conocía desde la niñez cuando estudió con su padre, y terminó aconsejándole que abandone la ciudad en busca de mejor fortuna, haciendo Aliyá a Yerushalaim.
- Allá, cerca de las puertas del Cielo, seguro que te va a ir mejor, - Lo estimulaba el Rab - y también encontrarás una pareja adecuada para ti.
La idea le pareció acertada a Baruj Mordejay, e inmediatamente tomó la decisión de emprender el viaje. Luego de una ardua búsqueda, consiguió dinero de su tío pudiente; y finalmente se cristalizó su anhelo: se encontraba dirigiéndose a la ciudad Santa de Yerushalaim.
Al arribar a Yerushalaim, el Rab de la ciudad, Rabí Yeshayá Bardaki, lo acogió en su hogar. El dueño de casa no podía dar crédito a lo que veía: por un lado, las palabras del Shemá Israel de Baruj Mordejay eran las que había escuchado pronunciar con más concentración en toda su vida, así como todas sus Tefilot (Plegarias). Y por otro lado, sus casi nulos conocimientos de Torá, después de haber vivido permanentemente en una Yeshivá, llamaban poderosamente la atención, al tiempo que lo movía a compadecerse de él, por no haber sido agraciado por Hashem, en absoluto, con el don de la inteligencia. Dicha compasión lo llevó a designarlo "Shamash" (encargado) de su Bet Hamidrash (Casa de Estudios de Torá).
Rápidamente se expandió por Yerushalaim la noticia acerca de la extraña personalidad de Baruj Mordejay; se pasaba horas enteras frente a una Guemará abierta murmurando aparentemente sus frases de profundo contenido, pero a la hora de demostrar lo aprendido en tanto tiempo dedicado, no salía de su boca más de lo que un bebé sabía del tema. Y el sólo atinaba a decir: "Baruj She-asani Kirtzonó (¡Bendito Hashem, que me hizo según Su Voluntad!)".
Rabí Yeshayá Bardaki le consiguió una huérfana para que pueda formar con ella un hogar, y para que no se vea su vida tan desventurada. Para mantener a su familia, tuvo que salir a ganarse el sustento. Escogió el noble oficio de aguatero, pues decía: "¿Quién no necesita agua?". Y a pesar de haber numerosos hombres que se dedicaban a esa tarea en Yerushalaim, ninguno gozaba de la confianza y el reconocimiento de una honestidad tan acabada como él. No sólo no le cobraba a nadie de más, sino que a veces se negaba a recibir su pago, por si alguna vez no le hizo debidamente el trabajo al cliente.
Sólo tres horas al día dedicaba Baruj Mordejay al oficio de aguatero. El resto de su tiempo permanecía sentado en un rincón del Bet Hamidrash del ya desaparecido Rabí Yeshayá Bardaki. Su devota imagen siempre se lo asociaba con una Guemará en sus manos o a veces textos muy difíciles de interpretar, junto con simples libros de Tehilim.
En una oportunidad, al llegar a la ciudad el Rabí Yehoshúa Leib Diskin MiBrisk, se ofreció Baruj Mordejay a servirle de aguatero. Su intención era mantener, de paso, contacto con una de las personalidades rabínicas más prominentes del momento. La Rabanit (esposa del Rab) accedió inmediatamente, pero el Rabí MiBrisk se negó rotundamente: "iNo aceptaré que me atienda un aguatero así! !Baruj Mordejay no traerá agua a mi casa...!" No tuvo consuelo. Baruj Mordejay empapó de lágrimas amargas su Tehilim, sin entender qué fue lo que vio en él este gran Tzadik, que no aceptara de ninguna manera sus servicios.
Sin que pudiera olvidar Baruj Mordejay y su esposa el triste episodio por mucho tiempo, los años siguieron corriendo hasta que en el año 5653 (1893), en Yerushalaim, se estaba celebrando la festividad de Purim entre todos los Jasidim y Grandes Rabanim en la casa del Rabí Shniur Zalman MiLublín, como lo venían haciendo años atrás. La fiesta estaba en su apogeo. Los Jajamim se confundían con el resto de la asistencia, y los demás, observaban y disfrutaban cómo semejantes Tzadikim animaban a todos los presentes.
El vino corría a raudales al son de la palabra: "¡Lejaim!" Nadie se privaba de la bebida, que hacía perder a más de uno la cordura. Entre ellos se encontraba Baruj Mordejay.
- Rabí: ¿Sabe usted? - le dijo éste al anfitrión - ¡El día de hoy, hace exactamente setenta años, entré en el Pacto de Abraham Abinu! (Refiriéndose a su Berit Milá).
- Si es así,- le respondió el Rab - te mereces una copa de vino bien grande...
Y entre las disimuladas risas de los que lo rodeaban, Baruj Mordejay comenzó a llenar su cuerpo de alcohol, para que éste le produzca una borrachera que ahondaba aún más la triste figura que todos conocían.
- Bueno, bueno. - le decía el Rab casi en tono de broma. - A ver si dejas de lado tu desenfreno y nos deleitas a todos nosotros con unas palabras de Torá 
Baruj Mordejay, sorpresivamente, respondió al desafío. Y levantando a duras penas su rostro, se dirigió a la muchedumbre que lo observaba.
- Purim... Purim... - comenzó a balbuciar - ¿Qué se puede decir sobre el tema? Está la Meguilat Esther, hay un Maséjet (Tratado) completo...
- Sí, si - lo animaba el Rab - ¿Pero qué es lo que dice ahí? Cuéntanos... Lo que sucedió a continuación es muy difícil de explicar en pocas palabras. Ante el asombro de todos, de la boca de Baruj Mordejay comenzaron a brotar los más hermosos comentarios sobre la Guemará, Mishná, Halajot, etc., con referencias que sólo puede acceder quien se ha dedicado una vida entera al estudio permanente de la Torá. Sus palabras, tasuntaban no sólo conocimientos, sino una inteligencia prodigiosa únicamente privativa de Gueonim (Genios de la Torá) que aparecen de tanto en tanto.
En medio de la perplejidad de todos los presentes, éstos descubrieron que dentro, muy dentro de Baruj Mordejay, anidaba un Talmid Jajam (Estudioso) de proporciones increíbles, y que solo por causa de su modestia y humildad, nunca quiso alardear de su impresionante capacidad, soportando desprecios y humillaciones a cambio del secreto que guardó durante setenta años.
El Jatam Sofer, cuando pronunció aquellas palabras en su Berít Mílá profetizó, sin que nadie captara el mensaje, al declarar que cuando entre el vino, el secreto saldrá a relucir. Más aún, si nos fijamos en la suma del valor numérico de las palabras hebreas, descubriremos que "Nijnás Yáin" se puede traducir como: "Cuando entre a los setenta años..." (Yáín –vino - suma setenta) "...saldrá el secreto." (Sod - secreto también suma setenta).
De ahí en adelante, en contra de su propia voluntad, el nombre de Baruj Mordejay era precedido por calificativos tales como: Rabí, Gaón y otros honorables títulos.
La esposa del Rab MiBrisk, al enterarse, reflexionó:
- Con justa razón mi marido no quiso que una tan grandiosa personalidad se rebaje tanto a acarrear agua...
"Y pensar que su actitud fue tomada como un rechazo despectivo..." En la historia de Yerushalaím quedará grabada para siempre aquel aguatero que durante setenta años fue conocido de esa manera, pero que encerró uno de los más grandes Jajamim y Tzadíkim que Nuestra Sagrada Ciudad conoció.

                                                                  (Yerushalaim Shel Mála II 61)
                                                                    Extraído de Hamaor Tomo 1

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