Para leer en la Mesa de Shabat: El legado más preciado


Un judío observante, dueño de una gran fortuna, que había instruido a sus hijos que cuando falleciera, encontrarían en su escritorio dos cartas: una para ser abierta en el momento de su deceso y otra a los
treinta días.
Cuando falleció, abrieron la primera carta y en ella pedía que se lo sepultara con un par de zoquetes blancos que su madre le había tejido y que encontrarían en su caja fuerte.
Lo hijos llevaron los zoquetes al lugar donde se iba a realizar la “tahará” (lavado del cuerpo), pero allí les dijeron que era imposible cumplir con el pedido, porque de acuerdo a la “halajá” (ley religiosa) solamente se sepulta con las mortajas. Los hijos extrañados, fueron a ver al Rabino y éste corroboró lo que habían escuchado y cuando quisieron donar una gran suma de dinero para que se cumpliera el deseo del padre, el Rabino les dijo que por ningún dinero del mundo se iba transgredir la ley.
A los 30 días, se abrió la segunda carta, allí el padre escribió: ”-Estoy seguro de que me sepultaron sin los zoquetes, como corresponde según la ley.
Ustedes se habrán preguntado por qué hice todo esto.
Fue solamente para enseñarles que al otro mundo no se lleva ni siquiera un par de zoquetes, solamente las buenas acciones y la caridad que realizamos durante nuestra vida. Y eso
deseo que lo tomen muy en cuenta como mi legado más preciado”.

Fuente: Anécdotas talmúdicas y de Rabinos Famosos. Rabino Dr. Simón Moguilevsky.


 

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