Ahora vais a conocer un mundo lleno de dolor y de dificultades, sin embargo, quiero que sepáis que mi amor hacia vosotros jamás desaparecerá.
Por eso he decidido regalaros esta perla inestimable de mi tesoro celestial.
Mirad: es una lágrima.
Cada vez que la aflicción os invada, cada vez que sintáis el corazón oprimido y el alma presa de la angustia, esa minúscula lágrima os subirá a los ojos, y vuestra pesada carga se verá así aligerada.
Tales palabras llenaron de tristeza a Adán y Eva. Entonces las lágrimas les subieron a los ojos, e inmediatamente resbalaron por sus mejillas y cayeron al suelo.
Fueron esas lágrimas las primeras que regaron la tierra.
Adán y Eva las transmitieron como preciada herencia a sus hijos. Desde entonces, cuando un ser humano siente el corazón oprimido y el alma angustiada, las lágrimas le suben a los ojos y se esfuma su tristeza.
Fuente: Cuentos del Pueblo Judío. Ediciones Sígueme. Salamanca. 2007.
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