Para leer y reflexionar: Compasión por los animales

Una vez, en un caluroso día, Rabi Yehudá Hanasí se encontraba enseñándole Torá a sus alumnos sentado afuera del Beit Hakneset. De pronto, se aparecieron unos hombres que venían de una aldea con un pequeño borrego, al cual llevaban atado de un pequeño lazo en busca de un shojet, para que éste lo mate de acuerdo a las leyes rituales del judaísmo, y así poder comérselo.
Al pasar cerca del Beit Hakneset, se escapó el borrego de su lazo y corrió hacia el Rabí escondiéndose sigilosamente debajo de su capota.
Comenzó a emitir lloros y quejidos, como pidiéndole al Rab para que intercediera y no lo mataran. Sin embargo, no tuvo compasión de aquel borrego, lo saco de debajo de su capota y le dijo así: ¿Qué puedo hacer? Para eso fuiste creado. Las vacas y los borregos fueron creados para que los seres humanos coman su carne.
Al ver H"shem esto dijo: Una persona sabia y justa como Rabí Yehudá Hanasí, no debió de haber reaccionado diciéndole al borrego estas palabras. Debido a que no tuvo compasión de aquel pequeño borrego, Yo tampoco tendré compasión de él. A partir de ahora también él comenzará a tener sufrimientos.
Desde aquel día, empezó Rabí a padecer de fuertes dolores en sus dientes, lamentándose muchísimo a causa de ellos. Y ningún médico lograba aliviarlo, pues H"ashem había decidido que así debía de ser.
Luego de algunos años, la empleada de Rabí estaba limpiando en su casa y encontró pequeños ratones recién nacidos en una de las esquinas de su casa. Eran muy pequeños y no podían escaparse de aquel lugar. Tomo la sirvienta una escoba y quiso comenzar a barrerlos para así echarlos a la calle.
Le dijo Rabí Iehuda a su empleada: Déjalos, también ellos tienen una madre que sufrirá si no los encuentra. Está escrito en el libro de los Salmos- Y su compasión es por sobre todas sus criaturas.
H"shem tiene compasión también por todas las criaturas, también por criaturas tan pequeñas como esos ratoncitos”.
Al escuchar el Creador del mundo las palabras de Rabi dijo así: “Ahora que vi como tuvo compasión por animales que las personas generalmente persiguen para matar, corresponde que también yo tenga compasión de él y deje de sufrir de sus dolores”.
A partir de ese momento, curó Hashem a Rabi Iehuda Hanasí, y ya nunca más le volvieron a doler sus dientes.
Fuente: Mashuah- Cuentos judíos inspiradores


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