Para leer y reflexionar: La verguenza por las malas acciones
Cierta vez, Rabí Israel de Salant se encontraba en la feria conversando con otra persona. El rabino prolongaba el diálogo con chanzas y juegos de palabras, reía a voces y se esforzaba por entretener a su interlocutor.
La gente que pasaba y lo veía, se asombraba: ¿El Rabino Israel, absorbido por el estudio de la Torá y sumido siempre en hondas preocupaciones, pierde el tiempo en palabras vanas y chanzas fútiles? Uno de ellos le preguntó el sentido de lo que veía, y el rabino respondió:
Lo que sucede es lo siguiente. Esta persona estaba abatida por la congoja y agobiada por la melancolía. Quien logre distraerlo, le estará haciendo un gran favor.
En otra ocasión, un judío acudió a casa del Rabino Israel Salanter para consultarlo por una duda halájica. Mientras hablaban, el rabino suspiró una vez y otra. El amigo le preguntó: ¿Por qué suspiras tanto?
Rabí Israel le respondió: La manga de mi abrigo está rota y manchada, y me avergüenza que me veas así. Por analogía, me he dicho: si me avergüenza que un ser de carne y hueso vea mi ropa desgarrada y manchada, cuánto habré de avergonzarme en el mundo por venir, cuando queden al descubierto todos los jirones y manchas de mi alma, que no he podido enmendar cuando era el momento propicio.
Fuente: Masuah. Judaísmo e Israel.
La gente que pasaba y lo veía, se asombraba: ¿El Rabino Israel, absorbido por el estudio de la Torá y sumido siempre en hondas preocupaciones, pierde el tiempo en palabras vanas y chanzas fútiles? Uno de ellos le preguntó el sentido de lo que veía, y el rabino respondió:
Lo que sucede es lo siguiente. Esta persona estaba abatida por la congoja y agobiada por la melancolía. Quien logre distraerlo, le estará haciendo un gran favor.
En otra ocasión, un judío acudió a casa del Rabino Israel Salanter para consultarlo por una duda halájica. Mientras hablaban, el rabino suspiró una vez y otra. El amigo le preguntó: ¿Por qué suspiras tanto?
Rabí Israel le respondió: La manga de mi abrigo está rota y manchada, y me avergüenza que me veas así. Por analogía, me he dicho: si me avergüenza que un ser de carne y hueso vea mi ropa desgarrada y manchada, cuánto habré de avergonzarme en el mundo por venir, cuando queden al descubierto todos los jirones y manchas de mi alma, que no he podido enmendar cuando era el momento propicio.
Fuente: Masuah. Judaísmo e Israel.
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