Comentarios de la Perashá: MISHPATIM

PRESTAR Y TOMAR PRESTADO, SON TEMAS DE MUCHO CUIDADO

El tema de prestar objetos o bienes, es una gran Mitzvá, y tiene su origen en la gran cualidad de la Benevolencia. Como está escrito en la Guemará (Maséjet Sucá 49.): "Para dar Tzedaká (caridad), la persona necesita hacerlo con su dinero. Pero para prodigarle favores, puede hacerlo tanto con su dinero como con su cuerpo". Rash"í agrega al respecto: "el empréstito (comercial), se hace prestando dinero, y el favor, prestando objetos y utensillos. De aquí que prestar (cualquier cosa), es una Mitzvá”.
Mucho más grande es la Mitzvá cuando lo que se presta puede ser utilizado para ganar dinero, o para que sirva como medio de subsistencia. ¡Seguro que es esto una gran cosa! Porque el que presta está cumpliendo lo que está escrito en le Pasuk "Cuando caiga tu hermano y te extienda su mano, lo reforzarás" (Vayikrá XXV).
El cumplimietno de la Mitzvá de Jésed (La Beneficiencia), se encuentra al alcance de todo Yehudí. Porque se puede beneficiar al prójimo con cosas muy sencillas, como con un poco de harina, de azúcar, o prestando algún utensilio de la casa. Y figura en la Guemará que es más grave el castigo que la persona recibirá por no haber ayudado a su compañero a teñir sus prendas de blanco, que por negarse a teñir de celeste. ¿Porqué? Porque no cualquiera puede teñir de celeste, pues esa tintura es muy cara y difícil de conseguir. Pero la tintura blanca es muy barata y sencilla, y el que niega teñir de blanco, es porque definitivamente no quiere ayudar. Lo mismo sucede en nuestro caso: Cuando la persona tenga que rendir cuentas delante del Eterno, no le van a reclamar por no haber prestado a su compañero los cien dinares que necesitaba para vivir, sino que le van a decir por que no aportó ni siquiera una pequeña cantidad que le hubiera servido al necesitado para alivianarlo de sus pesares. Con cosas baratas y sencillas, cualquier persona puede ayudar al prójimo. Si viene un hombre rico y pide algo simple prestado, se lo daremos. ¡Mucho más cuando se trata de un pobre, pues si no le damos lo que nos pidió, es probable que no tenga absolutamente nada con qué vivir!
Hay quienes se niegan a prestar (aun teniendo lo qué prestar), por el solo hecho de que están inmersos en esa mala cualidad de no querer desprenderse ni un momento de lo suyo; les duele que otra gente usen o posean sus cosas. ¡Qué actitud tan detestable, ésa, que Nuestros Jajamim tanto condenan!. 
Hay quienes no tienen esa cualidad tan mala de no prestar, pero igual se niegan a prestar sus cosas a los demás. Y lo hacen por pereza, o por desidia; porque no saben que prestar es una Mitzvá tan grande y necesaria para la convivencia de Nuestro Pueblo. Y se pierden de disfrutar de una Mitzvá tan grande, y no gozan de la Luz que emana de dicha acción. Si conocieran la dimensión y el valor incalculable de la cualidad del Jésed, no dejarían por ningún motivo que se les escape la posibilidad de cumplir con esa Mitzvá y estarían felices y contentos de que Hashem les envió la ocasión de poder beneficiar al prójimo.
Y todo lo que dijimos anteriormente, es en relación a prestar objetos o utensilios con un limitado valor material. ¡Ni hablar cuando se trata de prestar Libros Sagrados, con los cuales se puede hacer un favor que dure hasta la eternidad!. Lo que está escrito en el Tehilim: "Abundancia y la riqueza en su casa, y la caridad por siempre se mantiene", está dicho sobre aquél que escribe Libros Sagrados para orientar a los demás, o sobre el que presta esa clase de libros. Esa Mitzvá contribuye a mantener la Torá vigente y su recompensa es que Hshem lo colme de Berajá (Bendición) infinitamente.
Hay quienes se niegan a prestar sus cosas, no por avaricia, ni por desidia, sino porque encierran dentro de si un odio o rencor hacia quien les pidió el préstamo, y ése es el peor de todos los motivos que se han expuesto, porque se transgrede la prohibición de "No te vengarás ni sentirás rencor hacia (cualquiera de) los Hijos de Tu Pueblo". (Vayikrá XIX 18). En estos casos, la persona debe pensar que del Creador ninguna venganza ni castigo. Más aún: esta persona siguió viviendo con bienestar y felicidad, aun sin merecerlo.
Y ésa es la verdadera intención del Pasuk que mencionábamos anteriormente, y que concluye con las palabras: "y amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Soy Hshem (el que dice esto)". Con esto, Hshem le dice a la persona: "Condúcete con tu prójimo como Yo me conduzco contigo y con todo el mundo, por que Yo no tomo venganza de los que se rebelan hacia Mí". Como está escrito: "Porque Benevolente Soy - dice Hshem -, no me vengaré jamás". (Irmiyé lIl 13).

Y ahora nos referimos al que pide prestado:

Es necesario saber que no se deben cambiar las pautas por las que fue prestado el objeto solicitado. Si una persona recibió un objeto prestado, y el dueño le advirtió que le dé solamente un determinado uso, no se puede darle otro uso que el que fue estipulado. Si le da otro uso, el que pidió prestado merece llamarse ladrón. Lo mismo sucede si se utiliza más tiempo o se le da más uso del que fue acordado de préstamo, sino robo. La misma regla se aplica sobre el que tomó prestado un objeto, lo presta a otro, aún cuando no hayan concluido los días de préstamo; no hace falta decir que la falta es mucho más grave cuando ya venció ese plazo.
Hay que regresar el objeto prestado, justo en el momento que venza el plazo del préstamo, y ni un instante después. Lamentablemente hay mucha gente que no se cuida de esto, y les da pereza ir a la casa de la persona que les prestó el objeto. A veces (si se demora la devolución), hasta el mismo que prestó, se olvida a quién prestó, y tiene que ir casa por casa, o uno por uno, para buscar su objeto.
Por eso, el que se quiere librar de muchos problemas, que se apresure en devolver lo que pidió, antes de que venza el plazo, porque cada instante que pasa, es considerada una seria falta.

                                                            (Ahabat Jésed XXll)


DE LAS LUMINARIAS DE NUESTRO PUEBLO


Rabí Ezrá Hamui, Ab Bet Din (Supremo Juez) de la ciudad de Jálab (Alepo, Siria), era uno de los personajes más prominentes de su época. Aparte de su erudición en el ámbito de la Torá, era conocido por su sabiduría en los temas mundanos y su aptitud para lograr la armonía entre la persona y su semejante. Su sagacidad cobró fama en toda la ciudad, y muchos Yehudim acudían a él para solucionar sus problemas. Y hasta los Goyim (gentiles) recurrían a sus consejos, y lo llamaban respetuosamente "el Rab de los Judíos".
El vecino de Rabí Ezrá, un honorable árabe, llegó un día a su casa después de haber bebido copiosamente. Estaba muy sediento y ansioso de tomar una buena taza de café acompañada de un Ca-ke (rosca árabe). -
¡Prepárame la cafetera! - le ordenó a su esposa apenas entró -iY rápido! . Porque si no está listo el café antes de que me acabe el Ca-ke, ¡te divorcio!
La pobre mujer se esmeró todo lo que pudo para preparar el café, pero el hornillo estaba frío, y las brasas no podían calentar el agua tan rápido. El marido acabó de comer su Ca-ke, y exclamó furioso:
- ¡Estás divorciada! ¡Estás divorciada! ¡Estás divorciada!
Lo que, según la ley del Islam, es suficiente para que el matrimonio se disuelva inmediatamente.
Al día siguiente la sobriedad volvió a reinar en el árabe, y se arrepintió amargamente de lo que había hecho intempestivamente el día anterior. Pero lo hecho, hecho está, y no se puede remediar, porque según la ley del Islam si ya se divorció, no puede volver a casarse con la misma mujer. Salió corriendo a entrevistarse con el Shej (pastor espiritual musulmán) para que le diga cómo puede hacer para regresar con su anterior esposa. Después de pensarlo un poco, el Shej dictaminó que no existe ninguna posibilidad de que el matrimonio vuelva a consumarse, toda vez que la mujer no cumplió con la orden de su marido de prepararle el café antes de que termine su Ca-ke. Fue con el Ka'di (otra clase de pastor) y tampoco él le encontró salida a su problema.
- Se me ocurre una idea: - les dijo el árabe al Shej y al Ka'di - Vayamos con "el Rab de los judíos". Es un hombre sumamente sabio. Quizás él podrá darme la solución.
Rabí Ezrá escuchó con atención la exposición de aquel hombre, y luego se dirigió a él:
- Dime, - le preguntó - ¿El Ca-ke que tenías en la mano, era seco y duro, o húmedo y suave?
- Seco y duro. Y por eso tenía tanta necesidad de tomar algo – se justificó el árabe -.
- Si es así, ve al lugar donde lo comiste - le indico Rabí Ezrá -, y fíjate si quedaron algunas migajas del Ca-ke. Fueron los tres, intrigados y regresaron con la extraña información:
- Sí. Hay migajas del Ca-ke de ayer en la casa...
- Entonces, he de decirte que tu divorcio carece de validez - declaró· Rabí Ezrá -. Porque la condición que habías puesto para divorciarte fue que el café esté listo antes de que te acabes el Ca-ke iY las migajas demuestran que el Ca-ke aún no lo acabaste. Esa mujer sigue siendo tu legítima esposa – concluyó -. Los tres árabes presentes se miraron asombrados, admirando la inteligencia del Jajam. Luego, exclamaron a coro:
-¡Dichoso el pueblo que cuenta con Conductores como éste!

                                                                (Jajmé Aram Sobá 207)
                                                            Extraído de Hamaor Tomo 1 y 3.

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