Terminó la cena, pero mi trabajo está lejos de haber terminado. En el suelo me espera una pequeña porción de fideos a la bolognesa, mientras un plato dado vuelta revela solamente parte de la historia. A mi hijo de dos años le gustan los fideos a la bolognesa, le encantan y por eso es que hoy se los preparé. Los dos primeros platos los comió lo más bien. El problema empezó cuando pidió que le sirviera un tercer plato. En verdad, hasta los chiquitos más activos tienen un límite con respecto a la cantidad de fideos a la bolognesa que son capaces de ingerir, y yo tenía la sospecha de que las sobras acabarían en el piso.
Decidí no correr riesgos. Le di una sola cucharadita. “¡Más, más!”, respondió él, haciendo oscilar su platito sobre el borde de su sillita de comer. Entonces le di dos fideítos más. “¡Más, más!”, insistió él, mientras seguía sosteniendo en el aire el plato. La amenaza era obvia. Le di otro fideo más y dije con firmeza: “Basta”.
“¡Más, más!”, insistió.
“No”, respondí con firmeza. “Basta”.
Ahora captó el mensaje. El problema es que el mensaje no le cayó para nada bien. Así que me miró a los ojos, y a propósito dio vuelta el plato, tirándolo al suelo. Entonces se puso a mirar el lío que había hecho. Entonces me miró a mí y sonrió, como diciendo: “O bien me das lo que yo quiero según mis condiciones, o bien no acepto nada de lo que me des”.
Yo me puse a mirar el piso. Vi un pequeño lío. Un lío contenido. Pero también era una llamada de atención. Yo también recibo a menudo regalos que no cumplen con mis condiciones. Mirando la mancha del fideo en el suelo, me pregunté cuántas veces yo también le respondo a mi Benefactor de la misma forma.
Mi vida está llena de bendiciones. Pero fácilmente puedo pasarme el día entero enfocando únicamente en lo que me falta. Soy capaz de quedarme atascada en pequeñas frustraciones y pasarme horas enteras agonizando por pérdidas minúsculas. En cierto sentido, puedo ignorar los dos primeros platos de fideos y enfocar completamente en el hecho de que el tercer plato no fue cien por ciento de mi agrado.
Ahora estamos en el mes de Elul, que se escribe con las letras hebreas: alef, lamed, vav, lamed. Si escribimos las letras en sentido inverso, se forma: lamed, vav, lamed, alef, que forma dos palabras hebreas, cuya yuxtaposición explica toda la lucha que implica este mes. Lamed-vav forma la palabra lo, que significa “para Él”. Lamed-alef también forma la palabra lo, pero la letra diferente le cambia el significado, que ahora es “no”, o sea, la negación de nuestro interés propio. Elul nos plantea el siguiente interrogante: ¿A quién y qué estamos promoviendo en nuestra vida? ¿Acaso estamos invirtiendo nuestro tiempo y nuestras energías en busca de nuestros propios intereses y nuestro propio avance, o tal vez somos capaces de aceptar el desafío de Elul, reconociendo que el crecimiento espiritual implica un cambio de enfoque, dejando de enfocar en lo material y el ámbito de la auto-gratificación, para enfocar en el lado espiritual de nuestra existencia, el aspecto que se ocupa del sentido y el propósito de nuestras vidas.
Cuando nos permitimos a nosotros mismos depender completamente de las comodidades físicas, estamos obstaculizando nuestra libertad de búsqueda de objetivos espirituales. A veces D"s nos ayuda “dándonos un golpecito con el codo” para mostrarnos cuál es la dirección correcta. Él le dice “No” a algo que queremos, que en cierto sentido es como decir “Basta ya de esto”. El desafío de Elul significa reconocer que D"s todavía nos está hablando, incluso cuando nos dice “No”.
Mientras sigamos necesitando más de lo que tenemos, seguiremos estando en un estado de “inconcluso”, que percibimos como una insaciable necesidad de más. Pero cuando empecemos a encontrar la satisfacción y la plenitud en lo que ya poseemos, entonces, por primera vez, finalmente nos será posible sentir esa experiencia de felicidad y saciedad. Dios quiere que vivamos la plenitud y la satisfacción que yacen justo debajo de la superficie de nuestro deseo de más. Por eso, cuando Él ve que nos quedamos atascados en el interminable ciclo sin fondo de más y más, Él nos da un regalo: el regalo de un firme “Eso es todo. Basta”.
Cuando esa es la respuesta que recibimos a nuestro pedido de más, entonces, como el exigente niño de dos años, necesitamos aprender a aceptar esto con gracia, y no vaciar el resto de nuestro plato en el piso. La diferencia entre Jacob y Esau es que, al comparar sus riquezas, Esau respondió: “Tengo mucho” y Jacob respondió: “Lo tengo todo” (Génesis 3:9). D"s también quiere que experimentemos la satisfacción y el contento de tenerlo todo. Lo que impide que sintamos la verdadera satisfacción en la vida es nuestra continua necesidad de más.
Este mes de Elul, esforcémonos en reconocer la bendición que se oculta en el regalo de basta.
Fuente: Una lección de Elul por Robyn Cuspin. Jabad.com