Para leer en la mesa de shabat: El tesoro real
Un buen hombre, que salvo a la hija del Rey de ahogarse en un río, 
recibió como premio, un permiso especial del Rey para entrar durante 70 
minutos en las recamaras donde se halla el tesoro real, teniendo la 
autorización de tomar cuantas riquezas desee.
Al escuchar los ministros del Rey, lo que el Rey estaba por dejar hacer,
 lo llamaron a una reunión de emergencia para advertirle de los serios 
riesgos que su conducta podía implicar para la Corona …
Escuchó el Rey la inquietud de sus ministros, mas decidió que el permiso especial igualmente seguiría en píe.
Sin embargo, autorizó a sus ministros a distraer a aquel hombre de una 
manera indirecta, para así evitar que pudiese apoderarse de las riquezas...
Al llegar el día fijado, llego el hombre con varias carrozas al Palacio 
del Rey, y las alineo en la entrada que conducía a las bovedas donde se 
hallaba el tesoro real.
Ansioso se hallaba el hombre, esperando el momento en que las puertas se
 abrieran, para asi atravesar las diferentes salas y llegar al cuarto 
del tesoro real, para así apoderarse de cuanta riqueza pudiera.
Se abrieron de pronto las puertas, y el hombre corrió en dirección a las bovedas.
A los pocos segundos sin embargo, se detuvo atónito ante lo que sus ojos veían, y sus oídos escuchaban.
Estaba pasando por una enorme sala estaba majestuosamente iluminada, en 
la cual había una monumental orquesta que ejecutaba agradables melodías.
Mientras aquello sucedía, decenas de personas gritaban: “¡viva el 
salvador de la hija del Rey!, ¡viva el salvador de la hija del Rey!”.
Disfrutó unos cuantos minutos de aquellas bellas melodias, así como de las “hurras” que se decían en su honor.
De pronto, miró asustado a su reloj, y se dio cuenta que sólo le quedaba
 media hora para tomar las riquezas que se hallaban en el tesoro del 
Rey…
Corrió sin detenerse hacia las bovedas, mas al llegar a la próxima sala,
 su olfato se sintió atraído por el aroma de los deliciosos manjares que
 allí se estaban sirviendo.
Todo tipo de exquisiteses con bellisimas formas habían sido preparados en su honor.
Comenzó a comer y a“devorar” aquellos platillos … Cuando de pronto miró 
aterrorizado su reloj, y observó que tan sólo le quedaban escasos cinco 
minutos …
Corrió como un desesperado hacia la boveda real, mas al llegar a la 
puerta, una mano colocada sobre su hombro lo invitó gentilmente a 
retirarse, pues sus setenta minutos ya se habían pasado.
Al salir del palacio, no podia creer lo que le sucedió. Comenzó a 
arrancarse los pelos de su cabeza y a revolcarse por la tierra como si 
se hubiera enloquecido: “¡que tonto que he sido!” ¿, “¡que tonto que he 
sido!” se repetía una y otra vez sin hallar consuelo. “Si hubiera tomado
 aunque sea una joya significativa de aquel importante tesoro, con ello 
me podría haber alimentado de deliciosos manjares durante toda mi vida …
 ¿Qué he hecho?
Moraleja: El Creador del mundo nos dió setenta años para estar en Este 
mundo y poder adquirir Mitzvot y buenas acciones que se encuentran 
guardadas en Su Tesoro Real. Todo tipo de “distracciones” nos hacen 
olvidar de nuestro proposito existencial …
Y cuando queremos acordarnos … una mano es colocada sobre nuestro 
hombro, la cual gentilmente nos invita a abandonar Este Mundo … sin 
haber logrado adquirir las preciosas mitzvót y buenas acciones, que de 
no habernos distraido, hubieramos podido conseguir …
Fuente: Masuah, judaísmo e Israel 




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