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De todos los judíos orientales, los de Mossul eran considerados como los más inteligentes y sutiles. Satanás escuchó algo de eso y decidió engañar a uno de ellos. Quería demostrar, que ni los judíos de Mossul pueden superarlo. El es capaz de superarlos en astucia y ellos caerán en su trampa. Así que se acercó a uno de los judíos de Mosul, se les presentó como un extranjero que había llegado a este lugar para radicarse allí.
El Satanás le dijo: - "Hagamos juntos un negocio. Yo con mi plata y tú con tu inteligencia y con el trabajo de tus manos".
El judío estuvo de acuerdo. Arrendaron un campo y sembraron cebolla. Las cebollas brotaron, crecieron sus largas hojas verdes hacia arriba y cubrieron toda la superficie del campo con su verdor fresco y brillante.
Llegó la época de la cosecha. Le preguntó el hombre de Mossul a su compañero: - "¿Qué quieres tú, lo que está encima de la tierra o lo que está abajo?
Satanás se acordó de las cebollitas chiquitas de aspecto miserable que pusieron en la tierra y vio la maravilla de las hojas encima de la tierra, eligió las hojas.
En seguida, contrataron trabajadores y estos sacaron las cebo­llas desde la tierra. El judío tornó todo lo que estaba debajo de la tierra y ganó mucha plata. Satanás tomó lo que estaba encima y perdió su inversión.
Cuando empezó la nueva temporada, sembraron trigo. Enton­ces, vio el Satán las espigas verdes y pensó en su corazón: "Esta vez no voy a cometer una equivocación. No me dejaré engañar por el aspecto, ni me dejo estafar por la linda apariencia".
Las espigas se tornaron amarillas y él dijo a sí mismo en su corazón: "Fíjate, la magia desapareció y nada de valor se puso en evidencia".
Cuando su compañero vino y le preguntó. "¿Qué quieres tú, lo que está encima o lo de debajo de la tierra?"
El Satán contestó sin vacilación. - "Lo que está debajo"
El judío de Mossul trajo cosechadores. Ellos segaron el trigo y el judío le dijo al Satán: - "Bueno llévate todo lo que está debajo." El Satán examinó la situación y comprobó: "Realmente, los judíos de Mossul vencieron incluso al mismo Satán en astucia.
Fuente: Veghazi.cl

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Preguntaron a Rabí Méndel de Rymanov: "¿Por qué dos tzadikim no pueden establecerse en la misma ciudad?"
Contestó: "Los tzadikim son como las luces que brillan en el cielo. Cuando D"s creó las dos grandes luces del Cielo colocó a ambas en el firmamento, para que cada una cumpliera con su servicio especial.
Desde entonces han sido buenas amigas. La luz grande no se jacta de ser grande y la pequeña está contenta con serlo.
Y así ocurría en los tiempos de nuestros sabios. Había un cielo lleno de estrellas, grandes y pequeñas, y todas vivían en perfecta hermandad. ¡No sucede lo mismo con los tzadikim de nuestro tiempo! Ahora nadie quiere ser una luz pequeña e inclinarse ante una más grande. De modo que es mejor que cada uno tenga su propio firmamento para él." 
Fuente: Cuentos Jasídicos. Los maestros continuadores I. Martín Buber.

 





 

 

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Se cuenta que en una gran ciudad de Europa, vivía un hombre muy avaro, el que un día al salir de su trabajo, perdió una bolsa con quinientos ducados. Tan afligido se sentía, que no demoró ni un segundo en ir y poner un aviso en la entrada de la sinagoga para ofrecer una generosa recompensa al que la hubiese encontrado.
Un hombre, tan pobre como honrado, encontró la bolsa y no dudó en llevársela al avaro. Al recuperar éste su bolsa, se arrepintió de la recompensa, diciéndole al pobre hombre:
"En la bolsa tenía mil ducados y aquí no hay más que quinien­tos. ¿Dónde está lo que falta?"
El pobre hombre, que entregó la bolsa sin sacar ni una sola moneda de ella, no pudo probar su inocencia y tuvo que regresar a su casa con las manos vacías. Al saberlo su esposa, le pidió que fuesen a ver al Rabí.
Dos eran las razones de la visita: la conducta del avaro, ya que no cumplió con la promesa de la recompensa, y peor todavía era, el haber calumniado al pobre hombre.
El Rabí, mientras se pasaba las manos por su larga barba blanca, reflexionaba. Por fin, citó al rico avaro.
"¿Que cantidad de dinero había en tu bolsa?" - le preguntó.
"Mil ducados."
"¿Y cuánto había en la que te entregó este hombre?"
"Sólo había quinientos."
"Entonces, esta bolsa no es la que tú has perdido. Devuélvela a este hombre y espera a que te traigan la tuya."
Con estas palabras el Rabí despidió a los querellantes. Y el avaro, con dolor en su alma, tuvo que entregar la bolsa al pobre, pues no se debe ofrecer lo que no estamos dispuestos a cumplir.


 

 

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Rabí Méndel de Rymanov solía decir que durante el lapso que empleaba en recitar para sí las Dieciocho Bendiciones, todas las personas que alguna vez le habían pedido que intercediera por ellas ante D"s desfilaban por su pensamiento.
Alguien le preguntó cómo era esto posible, ya que con seguridad no había tiempo suficiente. Rabí Méndel contestó: "La necesidad de cada uno deja un rastro en mi corazón. En la hora de la plegaria abro mi corazón y digo: '¡Señor del mundo, lee lo que está escrito aquí!' "
Fuente: Cuentos jasídicos-Los Maestros Continuadores-Martín Buber.


 

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Rabbi Fischel Shachter contó que en una oportunidad alguien lo llamó un viernes a la tarde justo antes de Shabat, pidiéndole que hablara en un Bet Hakneset para recaudar dinero para cierta organización ese mismo Shabat.
Esta persona le dijo que les habían dado permiso para hacer el pedido durante la Seudá Shelishit en una importante sinagoga, donde asiste un público muy pudiente, pero el discurso sólo podía durar tres minutos.
Aunque no tenía mucho tiempo para preparar, el Rab. aceptó. Esa noche el Rab daba vueltas y vueltas en su cama tratando de pensar las palabras perfectas para ayudar a esta organización.
Su esposa le preguntó por qué había aceptado hacer la derashá, viendo que la preocupación le arruinaba el Shabat.
El Rab le contestó que en realidad, todos tenermos que pasar noches sin dormir, algunos por dolor de muelas, otros preocupados por sus hijos, y que él prefería que su preocupación fuera el discurso que las otras alternativa.
Fuente Revista Guesharim Rosh Hashaná 5781 Septiembre 2020.


 

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Uno de los Jasidím del Alter Rebe, tenía un yerno que era un gran sabio de la Torá y que no pertenecía a ninguna rama de Jasidím. Pasaron algunos años y el joven se desvió del camino de la Torá, dedicando la mayoría de su tiempo a montar a caballo, vanagloriándose de su idoneidad sobre los equinos. Su suegro le pidió que lo acompañara a visitar al Rebe, más el muchacho contestó que sólo iría montando su caballo. Cuando llegaron a Liozna, el Alter Rebe le preguntó: "¿Dime cuál es, en esencia la diferencia entre un caballo bueno a uno que no lo es?"
-contestó el joven:"En el mismo tiempo en que el caballo débil recorre un kilómetro el fuerte avanza cuatro".
"¿Y qué sucede cuando el caballo fuerte se equivoca de camino?, ¿Acaso no se internaría más rápidamente en el bosque?", pregunto el Rebe. " Es cierto, reconoció el muchacho, "pero al darse cuenta de su error, retornará mucho más aprisa".
El Rebe repitió esas últimas palabras con mucho fervor, y de pronto el hombre comprendió la intención del Alter Rebe, y se sintió conmovido retornando al poco tiempo al camino del bien.
Fuente: Jabad.com

 

 

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Había una vez un judío cortesano. Vivía en un gran castillo, lleno de habitaciones, grandes jardines y mucho lujo. Sin embargo, este hombre, como muchos otros, tenía un problema: no se sentía feliz.
A pesar de su fortuna y su prestigio sentía que le faltaba algo. Nunca estaba contento con lo que tenía.
En el castillo trabajaba un hombre que siempre estaba alegre; realizaba sus tareas con placer y en su rostro se dibujaba una eterna sonrisa.
Al encontrarse con él, el cortesano se preguntaba siempre cómo podía ser que un hombre así, tan pobre y con un trabajo tan humilde, se sienta feliz.
Un buen día, comentó el asunto con uno de sus consejeros: -"No entiendo cómo este obrero puede sentirse feliz. No lo he visto nunca enojado, en su cara siempre hay dibujada una sonrisa."
"Lo que sucede, mi señor, es que este hombre no ha ingresado al "círculo del 99": es por esto que él es feliz", contestó el consejero.
- "¿Y qué es el "círculo del 99"? - preguntó el cortesano. muy extrañado.
- "Se lo voy a demostrar." - dijo el consejero con firmeza. - "Hoy a la noche, cuando el obrero llegue a su casa, dejaremos en su puerta una bolsa con 99 monedas de oro. El resto lo comprobará Usted por su cuenta."
Y así sucedió. Por la noche, cuando el sirviente se encontraba en su humilde casa, feliz., con su esposa y sus hijos, el cortesano y el consejero golpearon en la puerta del pobre hombre y dejaron en el suelo la bolsa con las 99 monedas. Rápidamente se escondieron detrás de un árbol y observaron todo lo que sucedía en la casa.
El hombre abrió la puerta, miró hacia un lado y hacia el otro, pero no vio a nadie. Sin embargo, encontró en el suelo una bolsa que parecía no pertenecer a nadie. La recogió del suelo y la llevó a su casa. Junto a su mujer y a sus hijos comenzó a abrirla, muy extra­ñado por lo que estaba sucediendo.
Al ver el contenido, comenzó a llorar de alegría, ¡una bolsa con monedas de oro! ¡Qué bien le venía este regalo! A partir de ese momento no tendrá más preocupaciones, sus hijos podrán vestir y comer como los ricos, y su mujer se comprará las mejores ropas. Irían de paseo todos los días, y seríán aún más felices.
Pero en ese momento decidió contar las monedas, para saber cuán grande era su fortuna. Y comenzó con la cuenta: una, dos, noventa y ocho, noventa y nueve...
El hombre se puso furioso, no podía creer lo que estaba pasando.
"¡Me robaron una moneda!", - comenzó a gritar. - "¡No hay justicia en este mundo! ¡Alguien se llevó mi moneda!"
Y fue en ese instante cuando el hombre entró en el "círculo del 99".
La expresión de su cara cambió, la eterna sonrisa se transformó en una mueca de bronca y odio, y la sensación de felicidad desapareció para siempre.
En el trabajo, el pobre hombre ya no sonreía ni era amable con la gente, hasta con el cortesano se mostraba hostil.
Un buen día, el cortesano le preguntó qué le ocurría, ¿por qué andaba siempre con esa expresión tan triste en su cara?
"Y qué crees tú, ¿que debo andar siempre contento?" - dijo casi gruñendo. "Yo no soy tu bufón. Hago mi trabajo, y por eso me pagan, pero nadie puede obligarme a estar alegre."
Frente a esta contestación tan agresiva, el cortesano se ofendió mucho y pronto comprendió lo que significaba pertenecer al "círculo del 99". Ese pobre obrero vivió el resto de su vida creyendo que le faltaba una moneda para ser feliz. Y él, el cortesano con tantos recursos y tanto prestigio, vivía de la misma manera, creyendo que siempre le faltaría algo para sentirse completamente feliz.
Fuente: Cuentos judíos para disfrutar. 

Nota de redacción: A veces la persona cree que por tener más va a ser feliz, sin darse cuenta que la felicidad se puede encontrar en las pequeñas cosas. 



 

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Día a día nacen nuevos grupos de lectura de tehilim. Pero... Por qué leer tehilim?.
Al leer los salmos se observan distintas mitzvot:
-Se está mostrando emuná completa hacia El Creador como único salvador (Mitzva ben adam lamakom).
-Se está sintiendo el dolor del prójimo como propio (Tzarat azulat) (Mitzva ben adam lajabero).
-Se está salvando una vida. (Mitzvat lo taase deoralta "lo taamod al dam reeja").
-Incluso es probable que todas las mitzvot y estudio de tora que provengan de la persona y toda su cimiente, sean contados también a favor de Ud. a la hora del juicio.
-Leyendo tehilim con concentración se cumple la mitzva "BEAHABTA ET ASHEM ELOKEJA BEJOL LEBABEJA U BEJOL NAFSHEJA" Y amarás a Hshem tu D"s con todo tu corazón y con toda tu alma".
Y ud... ya está leyendo tehilim?



 

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Un discípulo preguntó a Rabí Méndel de Rymanov: "El Talmud dice que Abraham cumplió con todos los mandamientos.
¿Cómo es esto posible si aún no habían sido dados?"
"Es sabido", contestó el rabí, "que los mandamientos de la Torá corresponden a los huesos, y las prohibiciones a los músculos del hombre. Por consiguiente la Ley incluye la totalidad del cuerpo del hombre. Y Abraham había hecho cada parte de su cuerpo tan pura y santa que cada una cumplía por sí misma el mandamiento que le estaba destinado."
Fuente: Cuentos jasídicos. Los maestros continuadores I. Martín Buber.
 

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Había una vez un muchacho, bien alto, muy buen mozo. Rico, muy exigente y mañoso con la comida. Su madre estaba desespera­da, pues le compraban y preparaban las comidas más exquisitas en la casa, pero no le gustaba nada.
Una noche fue a comer a un restaurante, quería saber si existía allí algo que le gustara. Se sentó, ordenó varios platos, los probó pero ninguno le agradó. Los puso a un lado y gritó:
"¡¿Aquí, acaso, no saben cocinar?!"
Entonces, se le acercó un camarero y le dijo:
"Si quieres comer bien, yo te ayudaré. Sólo espera que termine mi trabajo y me acompañarás. Mi madre cocina muy, muy bien. Te aseguro que nunca comerás con tanto agrado como en nuestra casa."
El muchacho que siempre estaba listo para probar nuevas comidas, aceptó la invitación con muchas ganas. Esperó al mozo hasta que éste terminara su trabajo. Una vez ya fuera, el muchacho le preguntó al mozo en dónde vivía y él le contestó que muy cerca del lugar donde estaban.
Empezaron a caminar, a caminar ya caminar, escalaron ce­rros, bajaron llanuras. Después de algún tiempo, el muchacho preguntó:
"¿Estamos muy lejos todavía?"
El mozo contestó que estaban por llegar.
Continuaron caminando y, luego de dos horas o más. llegaron a la casa de la mamá del mozo. Subieron cuatro pisos y. finalmente. el muchacho que estaba muy cansado, pudo sentarse al lado de la mesa.
El mozo llamó a su madre y le dijo:
"Por favor trae un poco de la salsa que sólo tú puedes preparar."
"Con gusto, .. - dijo la mamá y se fue a la cocina y trajo una buena cantidad de salsa. El muchacho se acercó al plato y comió la salsa sin dejar ni una gota. Llamó a la mamá, agradeció la comida y le dijo:
"Señora, en toda mi vida, nunca, comí una salsa tan sabrosa como la suya. ¿Podría servirme un poco más?"
El mozo se echó a reír y le respondió al muchacho: - "La salsa es la misma que tú comiste en el restaurante, pero tú nunca te habías sentado a la mesa tan cansado y con tantas ganas de comer como ahora."
Fuente: Veghazi-Cuentos-


 

 

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Durante un período en que el costo de la vida era muy alto, Rabí Méndel advirtió que las muchas personas necesitadas a quienes agasajaba en su casa como huéspedes recibían hogazas más pequeñas que lo habitual.
Ordenó que se hicieran hogazas más grandes que antes, puesto que ellas debían ajustarse al hambre y no al precio.
Fuente: Cuentos jasídicos- Los Maestros Continuadores-Martín Buber.
 

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El Rab Lipa viajó desde Jerusalén a Milano en Italia para recaudar fondos para sus instituciones de caridad. Ahí conoció al Sr. Hilkot, uno de los millonarios más dadivosos de la comunidad, quien lo invitó a conocer su hogar. La mansión del Sr. Hilkot, era la más hermosa que había visto el Rab Lipa en su vida. Cuando estaba observando tanta lujosa riqueza, de repente, se toparon sus ojos con algo que llamó su atención: en una de las repisas habían unos vidrios rotos, viejos y llenos de aceite. Cuando el dueño de la casa percibió su asombro, le dijo: “Sé que te sorprende ver esos vidrios rotos ahí, pero quiero que sepas que todo lo que tengo hoy en día se lo debo a esos vidrios”.
Y le empezó a relatar al Rab su fascinante historia: “Cuando era niño, estudiaba en una escuela judía en Holanda, pero mi abuelo me pidió que, como era el mayor de los nietos, viniera a Italia a ayudarle con su tienda. Y yo al llegar aquí rápidamente me convertí en un exitoso vendedor. Poco después murió mi abuelo, dejándome a mí como único encargado de todo el negocio.”
“Poco a poco me fui alejando de mi judaísmo, empecé a dejar de rezar todos los días y al final acabé asimilándome por completo”.“Sin embargo, muchos años después, ya casado y con hijos, una vez caminando por la calle vi a unos niños judíos jugando, mas uno de ellos lloraba incontrolablemente gritando: ‘¿Qué le voy a decir a mi papá? ¿Qué le voy a decir?’.
Me le acerqué a ver qué le pasaba, pero el sólo repetía diciendo ‘¿Qué le voy a decir a mi papá?’. Le dije que tal vez yo podía ayudarlo, y el niño me explicó que su papá llevaba meses ahorrando para comprar aceite para prender las velas de Janucá, y ahora que lo mandó a él a comprar una botella, por jugar con sus amigos esta se rompió y todo el aceite se derramó.”
“Entonces, fui a la tienda y le compre una botella nueva. El niño quedó muy feliz y yo también, ya que sentí a había hecho una gran mitzvá. Sin embargo, la frase de ese niño se me quedó grabada: ‘¿Qué le voy a decir a mi papá?’ y me pregunté yo también: cuando me llegue mi hora y llegue allá arriba ¿Qué le voy a decir a mi Papá Celestial…? A mi Creador…
¿Cómo voy a rendirle cuentas?”
“Entonces esa misma noche hice lo que muchos años no había hecho y prendí una vela de Januca. La segunda noche dos y así consecutivamente.
Sentí que entre más velas prendía más se iluminaba mi camino. Desde entonces comencé a respetar shabat, dar caridad a las personas y otras mitzvot, lo que me ha llevado a sentirme más íntegro y a tener mucho éxito en todos mis negocios.
¿Ahora entiendes por qué esta botella de aceite, que es la que se le rompió al niño, es tan especial para mí?”.
Fuente: Un cuento de Janucá. Enlace Judío.


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30 de Noviembre del 2020 - 15 de Kislev del 5781. Aproximadamente a las 20.00 hs. en el Gran Templo Shaare Sión, sito en Helguera 465, Ciudad Autónoma de Buenos Aires el Kenes Itoreru para refuá shelemá de distintas personas.
Organizado por el Departamento de la Mujer del knis.
Con palabras de apertura del Rab. Isaac Ruben Yacar, dando luego la palabra a los Rabinos Aarón Benchimol (Agudat Dodim) y Efraim Dines (Yeshivá Jajam Nissim Cohen).
Para aquellas que escucharon las palabras de Torá y para aquellas que por razones obvias no pudieron asístir aquí el video.
Desde nuestro humilde lugar, pedimos a Hshem refuá shelmás para todos los jolim de Israel.
Kenes Itorerut en Shaare Sion


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El famoso Rabí Alter de Slobodka decía que así como cada mesa podía convertirse en un altar, cada casa podía convertirse en un santuario.
Para ello citaba el relato respecto a Rabí Yojanan, que nunca entraba a su casa sin golpear primero la puerta, debido a que la Torá nos enseña que el Sumo Sacerdote tenía campanillas en su vestimenta, de manera que su sonido anunciaba su entrada al Santuario.
- De dónde proviene esta forma de anunciarse del Sumo Sacerdote en el Santuario?- debía ser porque cada casa debe ser un santuario dedicado totalmente al servicio del Eterno. 

Fuente: Anécdotas Talmúdicas y de Rabinos Famosos - Dr. Simón Moguilevsky.


 

 

 


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26 de noviembre del 2020 - 10 de Kislev del 5781. Hoy es el segundo y último día que Hatzalah estará solicitando y recibiendo donaciones para seguir con su tarea en beneficio de la comunidad.
Comentar sobre su trabajo y obra, es una redundancia. Muchos de nosotros fuimos atendidos por sus voluntarios o conocemos a alguien que recibió sus cuidados.
Siempre atentos, preparados para lo que se necesite, sin pedir nada a cambio por la atención brindada, es más, si alguien quiere dar dinero, "no se le recibe".
Cabe destacar que todos los integrantes de Hatzalah trabajan ad honorem.
Ellos nos ayudan cuando necesitamos en momentos donde un minuto puede ser la diferencia entre vivir ...o no (lo alenu).
Estudiosos de las halajot, también atienden las urgencias en shabat.
Hoy y todos los días podés ayudar. Comunicate con Hatzalah-
"Quien salva una vida, salva un mundo". Seamos socios en esta gran mitzva.

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